Nos encantan las leyendas y Sevilla es una de nuestras debilidades, por lo que hoy nos proponemos acercaros la historia de la calle Cabeza del Rey Don Pedro, muy cerca de nuestra nueva oficina en Avenida de la Constitución.
Cuanta una leyenda sevillana, que el rey quería poner a prueba a su alcaide, que presumía de que en la ciudad, ningún crimen se quedaba sin castigo, y salió una noche embozado a recorrer las calles del casco antiguo de Sevilla.
En el cruce de los Cuatro Cantillos, nombre con el que era conocida antiguamente la calle, se encontró con un noble de la familia Guzmán, que apoyaban las aspiraciones al trono de su hermano bastardo. Se desconocen los motivos que iniciaron la discusión, pero ambos notables acabaron enzarzándose en una disputa en la que el rey acabó con la vida del noble.
Una vecina de la casa de enfrente, se asomó a su ventana al oir el jaleo y presenció todo lo ocurrido. Vió al rey huir entre las callejuelas, y lo reconoció por el crujir que hacían sus articulaciones al caminar, como nueces al cascarse. Con la sorpresa, a la anciana se le cayó el candil que llevaba en la mano.
Cuando a la mañana siguiente se supo de la muerte de uno de los Guzmanes, el rey se implicó tanto en el caso, que prometió colgar la cabeza del asesino en el lugar del crimen. Cuando el Alguacil Real llegó al cruce de caminos, halló el candil y gracias a él llegaron a la única testigo. La llevaron ante el rey, pero se negó a declarar lo que había visto, por miedo a las represalias. Antes de irse, le indicó al rey que mirase por una ventana de la sala contigua aquella misma noche, y al asomarse vería al asesino del Guzmán. Cuando el rey miró, se encontró con un espejo, que le devolvía su propia imagen.
A la mañana siguiente, la noticia de que habían ajusticiado al asesino del noble Guzmán recorrió Sevilla como la pólvora. Un cortejo, encabezado por el Alguacil Real se encaminaba hacia el cruce de los caminos con una caja de madera, que contenía la cabeza del asesino. La colocaron cerrada en una hornacina creada para este fin, en el mismo cruce donde había caído muerto el noble, y la protegieron con rejas para que nadie pudiese acceder a ella.
Al cabo de ocho años, el rey cayó muerto a manos de su hermanastro, don Enrique de Trastámara, y tan pronto se supo la noticia en Sevilla, los Guzmanes ordenaron abrir aquella caja para ver si aún se reconocían los rasgos del asesino de su familiar.
Para su sorpresa, encontraron un busto de mármol del propio rey Don Pedro, cumpliendo así su palabra de poner la cabeza del asesino en el lugar del crimen. Allí sigue su efigie, en la ahora conocida calle Cabeza del Rey Don Pedro, aunque el busto y nicho actual datan de 1620-30.
Fuentes: Sevillanisimo y Sevillapedia
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